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El teléfono no paraba de sonar.
Dudé en contestar.
Mi cabeza estaba saturada,
necesitaba evadirme del mundo por un rato.
Al final respondí.
Era Cristian.
Me invitaba a un lugar que, según él, me rompería el alma esa noche.
Y puede que, sin saberlo, tuviera razón.
Acepté.
Cloe y Chanel no paraban de mandarme modelitos.
Para ellas, esta era nuestra noche.
Salí rumbo a la ciudad.
Vivo cerca de Central Park, Nueva York.
Pedí un taxi.
Me perdí en mi música.
Sonaba The A Team de Ed Sheeran.
El conductor me miraba raro…
tenía su propia música puesta, pero yo ya estaba en mi mundo.
Llegué a la discoteca.
Le Bain.
Antes de encontrarme con mis amigos, decidí ir al baño a retocarme.
Y justo cuando iba a cruzar la puerta del servicio…
sentí que me faltaba el aire.
El ritmo de mi corazón se disparó.
Un ahogo profundo me recorrió el pecho.
Como si me estuviera dando un infarto.
Vi mi reflejo en el espejo.
Me vi…
ahogándome.
Pero entonces, mi cara en el espejo cambió.
Ya no era yo.
Era otra chica.
Muy distinta a mí.
De pronto, unos hombres de traje me sujetaron.
No entendía nada.
Me trataban como si estuviera borracha.
Me apoyaban en ellos mientras me llevaban a rastras.
Me metieron en un coche negro.
Uno de ellos murmuró:
—Compruébalo.
Me levantaron la camisa.
Vieron la herida.
—Es ella.
—Está a punto de volver a viajar.
Uno de ellos se agachó, me miró…
Tenía un antifaz.
Y unos ojos hermosos.
Pero sentí miedo.
Algo muy raro estaba pasando.
Entonces, escuché a su compañero decirle:
—Sé que la conoces.
Pero ahora tienes que hacer esto.
Te conozco, Lobo.
Esto es serio.
Ella es el portal.
No te encariñes.
—¿Lobo…? —pensé.
En ese instante…
una luz salió de mi pecho.
Me desmayé.
Antes de que el viaje comenzara,
Lobo apretó mi mano.
Y entonces, viajé.
Me desperté.
Esta vez… era yo.
Estaba allí.
Y la vi…
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