Capítulo 20 – Bajo la piel que no recuerda

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Sia aún tenía los ojos enrojecidos cuando alzó la vista en el columpio y lo vio ahí, de pie frente a ella. Aiden. Con esa mirada que no encajaba con su reputación. Con ese gesto tierno que no parecía de este mundo.

No entendía por qué la había seguido.
Ni por qué le importaba.
Pero lo más inquietante era lo que ella sentía.
Ese extraño calor en el pecho cuando él estaba cerca.

—¿Por qué me sigues? —preguntó al fin, bajando la mirada.

—Porque sé lo que es sentirse atrapado en una casa que no es un hogar.

Ella tragó saliva. Las palabras eran justas.
Demasiado justas.
Como si alguien hubiese leído su alma antes de decirlas.

—¿Qué sabes de mí?

Aiden dudó. No podía decirle todo. No todavía. Si lo hacía, podría provocar un colapso en su nueva mente. El Espejo aún estaba sellado, y ella… tan joven, tan rota en esta vida, no lo soportaría.

—Sé que estás más sola de lo que aparentas. Y que no deberías estarlo.

Silencio.

Ella respiró hondo, y entonces, como si algo invisible la rozara por dentro, un escalofrío la atravesó.

La pequeña luz azul volvió a parpadear en su pecho.

Solo él podía verla. Solo él entendía lo que significaba.

Estaba ahí.
Kaela estaba ahí.
Enterrada bajo otro nombre, otra vida. Pero su alma seguía brillando.


Al día siguiente, algo cambió.

Sia llegó al instituto con los auriculares puestos, fingiendo no ver a nadie. Pero bastó un giro de cabeza para notar algo extraño.

Maika.

La reina del instituto. Y actual novia por conveniencia de Aiden. Se acercaba con paso seguro, sonrisa venenosa y tacones que resonaban como disparos.

Se plantó justo frente a Sia.

—Bueno, bueno… La ratita cantante otra vez por aquí.

—No tengo nada que hablar contigo —murmuró Sia, sin mirarla.

—Eso ya lo sé. Solo quería avisarte de que si estás soñando con que Aiden te va a “salvar”, más vale que despiertes.

—¿Perdón?

—Él y yo tenemos historia. Clase. Futuro. Tú… solo tienes una habitación con paredes finas donde llorar por las noches.

Sia sintió un nudo en la garganta, pero no bajó la mirada. No esta vez.

Y entonces, como invocado por el universo, Aiden apareció detrás.

—Maika.

Ella se giró con su mejor sonrisa.

—¡Cariño!

Él no la miró. Solo se dirigió a Sia, directo, sereno. Su voz era firme.

—¿Estás bien?

Ella dudó un segundo, pero asintió.

Maika miró a ambos, y por primera vez, su máscara se resquebrajó.

—¿Vas a humillarme así? ¿Delante de todos?

—No. —Aiden la miró con calma—. Voy a ser honesto contigo por primera vez.

—¿Y eso qué significa?

—Significa que esto… se acabó. Tú y yo. Fin.

Maika, roja de rabia, se alejó dando zancadas furiosas. Pero no sin antes susurrarle a Aiden algo que Sia no logró oír.

Él se quedó quieto. Tenso.


—¿Qué te dijo? —preguntó Sia más tarde, cuando estaban a solas.

—Que si te acercabas a mí, podrían descubrir quién eres. Y usarlo en tu contra.

—¿Tú también lo sabes? —preguntó, la voz rota—. ¿Sabes lo de mi música?

Aiden se quedó callado un momento.

—Sospecho que eres mucho más que lo que aparentas.

—¿Y lo vas a contar?

—No. Porque no es mi historia. Es tuya. Y la protegeré como si fuera parte de mí.


Esa noche, el infierno volvió.

Su padre, borracho, la esperó despierto.

Las palabras… peores que nunca.

—¿Te crees famosa? No vales ni lo que cuesta alimentarte.
—Mira cómo vistes. Mira lo que haces. Eres una vergüenza.
—Ojalá nunca hubieras nacido.

Y entonces vino el golpe.

Pero esta vez… alguien más lo vio.

Desde fuera. A través de la ventana.

Aiden.


Sia corrió al parque, sin zapatos, sin abrigo, sin pensar.

Y allí estaba él. Como si siempre supiera dónde encontrarla. Como si su alma tuviera un radar exclusivo para la suya.

Ella se derrumbó entre sus brazos, temblando. Y por primera vez… se dejó abrazar por completo.

Apretó su rostro contra su pecho, y sin entender por qué, lloró como si algo dentro de ella se estuviera rompiendo y liberando a la vez.

Aiden no dijo nada. Solo la sostuvo.
Y mientras lo hacía, la luz en su pecho brilló más fuerte.

Aunque ella no pudiera verla…

ya empezaba a sentirla.

Continuará…

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