Capítulo 21 – La grieta que no esperé

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 Había algo nuevo en mí desde la noche anterior.

Una especie de calma.
Una ilusión suave que no me atrevía a llamar esperanza.

Aiden me había abrazado como nadie antes.
No me pidió explicaciones. No me preguntó si estaba bien.
Solo me sostuvo, como si eso bastara. Y bastó.

La luz —esa que aún no veía pero empezaba a presentir— seguía viva.

Y por eso… dolió más.


Entré a clase al día siguiente con los auriculares puestos, como siempre. Pero algo dentro de mí quería mirarlo. Solo una vez. Confirmar que seguía siendo el mismo.

Lo vi en el pasillo, riendo con sus amigos. Sonrisa fácil, ropa perfecta. El aire a su alrededor parecía más ligero cuando él estaba.

Hasta que ocurrió.

Ella.

Maika. Pegándose a su lado como si nunca se hubiera ido. Tomándolo de la camiseta. Y luego, como si la escena estuviera escrita por el mismísimo infierno… lo besó.

No un beso superficial. No un truco social.

Un beso de los que duelen.

Y lo peor no fue el beso.
Fue que él no se apartó.

Me quedé congelada. El corazón retumbando como si se burlara de mí.

Maika me miró mientras lo hacía.

Lo había planeado.

Cuando terminó, se giró con una sonrisa afilada.

—Ups… ¿Te rompí algo, Sia?

Él no dijo nada. Ni siquiera me miró.

Solo siguió caminando con ella como si la noche anterior nunca hubiera existido.


No lloré. No ahí.

Esperé al baño. Me encerré. Me senté en el suelo.

Me quité los auriculares.
Y grité sin hacer ruido.
Como se hace cuando estás acostumbrada a que nadie escuche.

¿Cómo había podido confiar en él?
¿Cómo había sido tan idiota de pensar que era diferente?

Recordé sus palabras:

“Voy a protegerte.”
“No soy como ellos.”
“Tú y tu historia son parte de mí.”

Mentiras.

O peor aún… trucos.


Las siguientes horas fueron niebla. Evité mirarlo. Evité mirarme. Hasta que, al salir por la puerta del instituto, lo vi solo. Apoyado en el muro. Como si esperara.

Pero yo no era la misma de anoche.

Pasé junto a él sin detenerme.

—Sia —dijo con voz baja—. No es lo que piensas.

Me giré solo para clavarle una mirada vacía.

—¿Y qué es entonces? ¿Un beso educativo? ¿Un entrenamiento de labios? ¿O parte de tu proyecto secreto para volverme loca?

—Maika me obligó. Me chantajeó. Mis padres…

—¿Siempre hay una excusa contigo?

Él tragó saliva.

—Tú sabes lo que sentiste anoche.

—Anoche me sentí segura. Hoy, me siento usada.

—No. Nunca haría eso.

—Ya lo hiciste.


Y mientras me alejaba, sentí algo romperse.
No en mí.
En él.

Porque aunque no lo viera, aunque él ya no se atreviera a acercarse…
La luz en mi pecho parpadeó más débilmente.

Como si el vínculo entre nosotros… tambalease.

Y en lo más profundo de su alma, Ian —atrapado en el cuerpo de Aiden— supo que esa grieta... podía costarle todo.

Continuará…

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