🌍 Click here to translate this chapter into your language.
—¿Qué soy…? —susurró Sia, abrazada a sí misma, aún sentada en el suelo del bosque.
Aiden la miraba como si se debatiera entre responder o no. Como si cada palabra que dijera pudiera romper algo… o sanarlo.
—Eres la Portadora del Espejo —dijo al fin, con voz suave pero firme.
Sia entrecerró los ojos.
—¿Portadora? ¿Espejo? ¿Multiversos? ¿Magia azul? ¿Me estás tomando el pelo?
—No. Pero sé cómo suena —admitió, con una sonrisa tímida.
—Suena a que te has tragado todas las pelis raras de ciencia ficción de golpe.
—¿Quieres pruebas? Rompí la ventana con una piedra, entré a salvarte… y tú lanzaste a un tipo enorme contra la pared sin tocarlo.
Ella se quedó en silencio. Luego suspiró.
—Vale. Punto para ti… pero sigo sin entender nada.
—Y está bien no entenderlo todo todavía. Lo importante es que estás a salvo.
Ella asintió, bajando la mirada. Pero sus dedos no dejaban de apretarse contra sus rodillas.
—¿Tu padre… lo ha hecho antes?
Sia no respondió enseguida. El silencio pesó.
—No así —murmuró al fin—. Esta vez fue distinto. Había algo en su tono. Como si… ya no le importara esconderse.
Aiden tragó saliva. Sabía que tenía que ser delicado.
—Sia, no tienes que volver allí. Nunca más.
Ella lo miró.
—¿Y a dónde voy? ¿A un centro? ¿A dormir en un banco?
—Conmigo.
Sia alzó una ceja.
—¿Qué?
—No como piensas. Hay una casa. De mis padres. Cerca de la costa, a dos horas. Nadie la usa. Es segura. Puedes estar allí el tiempo que necesites. Nadie te va a gritar. Nadie va a entrar sin permiso.
Ella dudó. Lo estudió con atención.
—¿Y si prefiero irme sola?
—Entonces te ayudo a hacerlo. Pero primero… necesitas calma. Un sitio donde puedas pensar.
Sia bajó la mirada. Sus hombros seguían tensos. Pero su voz sonó clara:
—Solo unos días.
—Los que quieras.
En el coche, el camino fue silencioso al principio. La carretera serpenteaba bajo la luna.
—¿Tu… novia sabe que me llevas a una casa contigo? —preguntó Sia sin mirarlo.
Aiden soltó una pequeña risa irónica.
—Ya no es mi novia. Nunca lo fue de verdad. Solo una pantalla. Parte del plan.
—¿Plan?
—Si pensaban que yo estaba distraído, no me seguirían tan de cerca. Maika es… complicada. Pero ya no forma parte de esto. Ni de mí.
Justo entonces, la pantalla del coche se iluminó.
📲 Maika: "¿Vas a seguir con la farsa? Te recuerdo que puedes perderlo todo."
Sia lo vio sin querer. Su cuerpo se tensó. Giró la cara hacia la ventana.
Aiden lo notó.
—No he respondido. Ni pienso hacerlo.
—No hace falta que expliques —susurró ella.
—Sí que hace falta —dijo él—. Porque te estoy eligiendo a ti. No a ella. Aunque no me creas todavía.
Silencio.
Pero Sia no apartó su mano cuando él la rozó con suavidad. No la sostuvo, pero tampoco la retiró del todo.
Dos horas después, llegaron a una casa rodeada de buganvillas y brisa marina. El sonido de las olas era lo único que rompía el silencio.
—¿Esta es la casa "humilde"? —preguntó ella, mirando el porche de madera y las luces cálidas.
—Bueno… mis padres tienen buen gusto. Pero no la usan. Está vacía. Y es toda tuya.
—¿Y tú dónde piensas dormir?
—Donde me dejes.
Ella sonrió un poco.
—Tú en el sofá. Yo en la cama.
—He dormido en peores sitios.
Dentro, Sia exploró la casa. Toques de decoración antigua, libros en estanterías, una cocina acogedora.
Y una habitación con una ventana que daba al mar.
—Nunca he dormido en un sitio donde no se oigan gritos —dijo ella, sin mirar atrás.
Aiden se apoyó en el marco de la puerta, cruzado de brazos. Y con una sonrisilla ladeada, respondió:
—Bueno… aquí solo se escucha el mar.
Pausa.
Y luego añadió, con ese tono bajo que usaba cuando quería descolocarla:
—A menos que tú quieras. Ya sabes… se pueden escuchar muchas palmas.
Sia parpadeó.
—¿Qué?
Él se encogió de hombros, con una inocencia falsa que se le notaba a kilómetros.
—Palmas. Golpes rítmicos. Gritos suaves… si se da el caso.
Sia lo miró como si acabara de descubrir algo importante.
—Ya… claro. Y apuesto a que esa cama ha oído muchas palmas, ¿no?
—¿Perdón?
—¿Cuántas chicas has traído aquí? —soltó, cruzándose de brazos—. Esta casa es muy “privada”, muy escondida… ¿Era tu nido de amor, Aiden? ¿Tu motel con vistas al mar?
—¡¿Qué?! ¡No! —se echó a reír, levantando las manos—. ¿De verdad piensas que traía a mis ligues aquí? ¿Qué esto es como… mi sala VIP?
—No sé —murmuró ella, con las mejillas rojas pero la mirada afilada—. Eres popular. Guapo. Tenías novia. Tienes coche. Casa secreta. O sea… haces el combo completo.
—Vale, sí —admitió, conteniéndose para no reír más—. Suena sospechoso. Pero juro que nunca he traído a nadie aquí. Esta casa era de mis abuelos. Mis padres la compraron para desconectar. Pero no la usamos. Solo vengo cuando necesito desaparecer.
Ella lo miró. Mucho rato. Y al final suspiró.
—Aun así… no pienso dormir contigo.
—Te lo dije, el sofá está bien.
—¿Y si intento dormir y tú vienes en mitad de la noche con alguna excusa?
—¿Como qué? ¿“Se me ha metido una pesadilla en el pie y necesito calor humano para sacarla”? —se burló él.
Sia rodó los ojos.
—Eres tonto.
—Tú lo has dicho.
—…Pero gracioso.
—¿Eso es un permiso para dormir en el suelo junto a tu cama?
Ella suspiró exageradamente.
—Vale. Pero como intentes algo raro, te tiro por la ventana. Y tengo puntería ahora, recuerda.
—Tomado nota, Portadora de las Amenazas.
Esa noche, sin promesas, sin expectativas, sin necesidad de palabras…
Durmieron juntos. Solo eso.
Primero cada uno en su extremo de la cama. Luego, sin darse cuenta, más cerca.
Y por primera vez, Sia no se quedó dormida llorando de miedo.
Sino de alivio.
Y con el corazón… peligrosamente más abierto.

Comentarios
Publicar un comentario