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La luz suave del amanecer se colaba por la enorme cristalera de la habitación. El mar susurraba al fondo, tranquilo, como si el mundo estuviera en pausa.
Sia se despertó despacio. Por un instante no recordaba dónde estaba. No escuchaba gritos. Ni portazos. Solo el murmullo de las olas.
Se giró y lo vio.
Aiden, boca abajo, medio destapado. Dormido. El pelo desordenado, la cara serena. Y…
Oh no.
Sia se puso rígida.
La manta no cubría todo. Y su amigo, como si no supiera de horarios, estaba ahí. Saludando.
Ella se tapó la cara con ambas manos, roja como un tomate. Soltó un pequeño chillido interno y se giró tan rápido que casi se cae de la cama.
—¿Estás bien? —preguntó Aiden con voz ronca y adormilada, sin moverse aún.
—¡No mires! Quiero decir, ¡no hables! ¡No digas nada!
Él parpadeó confundido… hasta que se incorporó un poco, se dio cuenta… y rió.
—Ahhh… buenos días, compañero —bromeó, mirando hacia abajo con descaro—. Mira que tú y yo ya habíamos hablado de no arruinar momentos tiernos.
—¡¡Cállate!! —chilló ella desde el otro extremo de la cama, tapada hasta la nariz.
—Tranquila —dijo él, aún riendo—. En otras vidas me has visto en situaciones peores, ¿eh?
Sia lo miró con ojos como platos.
—¿Qué?
—Sí. Bueno… no en esta vida, claro. Pero en otra, creo que incluso me viste correr desnudo por una playa porque pensaba que unos niños eran agentes del Espejo.
—¿Estás hablando en serio?
—Totalmente —dijo, mientras se sentaba y se tapaba discretamente con una almohada—. Aunque ahora que lo pienso, tú también tenías una manía con dormir abrazada a una guitarra. Literalmente.
Sia lo observó en silencio. No sabía si reír, huir o preguntar más.
—Eso no es justo. Tú recuerdas cosas que yo no.
—Llegará. Todo llega cuando dejas de forzarlo.
Se quedaron un momento en silencio. Un silencio cómodo.
Aiden se levantó y fue a por su móvil que había dejado en la cocina. Justo cuando lo encendió… vibró.
Una notificación apareció en la pantalla. Y como él aún no había activado el modo privacidad, Sia la vio sin querer desde la distancia mientras se ponía sus zapatillas.
📲 Maika: "Pensando en ti esta noche. Como siempre. 😘"
📎 [Imagen adjunta]
Sia se detuvo. Su cuerpo se tensó.
Aiden miró el móvil, y en cuanto vio el nombre, intentó bloquearlo… pero ya era tarde.
Ella desvió la mirada rápidamente. No dijo nada. Solo se encogió un poco, como si algo se hubiera apagado por dentro.
Aiden caminó hacia ella.
—Sia… eso no…
—Da igual.
—No, no da igual. Esa foto no la pedí. No la quiero.
—Pero la miraste.
—Fue reflejo. ¡Te juro que...!
—¿Qué? ¿Que solo estás conmigo porque te da pena? ¿Porque tengo una “historia triste” y necesitas redimirte de algo?
—¡No digas eso!
Ella lo miró. Herida. Confundida.
—Esa chica es todo lo contrario a mí. Guapa. Segura. Sabe lo que quiere. Sabe cómo conseguirlo. Y tú… no la has bloqueado.
—Porque si lo hago, se pondrá peor. Está obsesionada. ¡Y tú no eres lo contrario a ella! ¡Tú eres tú! Y yo estoy aquí contigo, ¿vale? ¡Contigo!
Sia se giró, conteniendo las lágrimas.
—No sé si puedo creer en ti, Aiden. No después de todo lo que he vivido. Cada vez que empiezo a confiar… pasa algo.
—Entonces dime qué hacer. Qué decir. Dímelo y lo haré.
Ella no respondió.
Solo fue al baño. Cerró la puerta. Y esta vez, no lloró de miedo…
Lloró por la posibilidad de algo real.
Y por el miedo a perderlo antes de siquiera tenerlo.

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