🌍 Click here to translate this chapter into your language.
La lluvia aún no había cesado. Las gotas repicaban suavemente sobre el tejado, como si marcaran el tempo de algo que estaba a punto de revelarse. Me encontraba sentada frente al espejo que Lobo había sacado. Las manos me temblaban, pero ya no por miedo al pasado… sino por la necesidad de conocerlo.
La señora —mi otra yo, la que recordaba, la que ya había vivido esto— observaba en silencio desde la otra esquina de la habitación, sentada con una taza entre las manos. Su presencia me tranquilizaba, como si sostuviera con ella una parte de la fuerza que aún no reconocía como mía.
—Antes de seguir… —susurré—. Hay cosas que necesito contar.
Lobo me miró, sin presión, con esa paciencia que sólo alguien que ya ha esperado toda una vida puede tener. Asentí lentamente. Era el momento.
—Cuando era niña… hubo cosas que no entendía. Cosas que, con los años, descubrí que no debían pasar. Alguien cercano, alguien en quien confiaba… rompió mi inocencia. —Tragué saliva—. Durante mucho tiempo lo bloqueé. No hablaba, no lloraba. Sólo… fingía que todo estaba bien.
Lobo no decía nada. Pero su cuerpo entero vibraba de contención. Me sentí segura, aún rota, pero con una seguridad que nunca antes había experimentado.
—Por eso crecí buscando amor donde no debía. Por eso confundía el deseo con el afecto, el control con el cariño. Cada vez que alguien me decía algo bonito, yo quería entregarlo todo. Porque pensaba que así me iban a querer.
—Tú solo buscabas lo que te negaron —dijo él, finalmente.
—Sí… y buscaba a alguien… —dije, bajando la mirada—. A ti. Aunque no supiera que eras tú. Siempre sentí que había alguien que me amó de verdad… pero que no recordaba. En cada abrazo que no llenaba, en cada beso que me hacía sentir vacía, yo… yo te buscaba.
Lobo se acercó. No dijo nada más. Me colocó una de las cartas sobre el regazo. Era una carta antigua, escrita con tinta azul y trazos temblorosos.
—Esta la escribiste tú —me dijo—. En otra vida. Cuando creías que yo ya no volvería.
La leí. Y algo dentro de mí se quebró. Porque cada palabra resonaba en mi alma como si la hubiera escrito ayer.
“Si un día dejo de recordar tu voz, por favor, búscame en el eco del viento. Porque yo estaré esperándote ahí, donde siempre fuimos libres.”
Me eché a llorar. Esta vez sin contenerme. Lobo me abrazó. No como un salvador. Sino como alguien que también estaba roto, pero dispuesto a reconstruirse conmigo.
—El puzzle tiene más piezas oscuras —susurré—. Lo sé. Algunas aún me dan miedo. Pero si tú sigues aquí, creo que podré mirarlas de frente.
—Siempre estaré aquí —dijo—. Aunque el mundo se derrumbe. Aunque el tiempo se rompa. Yo estaré donde tú estés.
Y en ese instante, por primera vez, no sentí miedo. Solo la certeza de que, aunque aún faltaran piezas, ya no estaba sola para encontrarlas.
Continuará...💜

Comentarios
Publicar un comentario